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Escándalos por nueva reforma judicial en México

La aprobación del Senado, a la controvertida reforma judicial que impulsó el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, la cual propone cambiar por completo el sistema de justicia, se convirtió en una de las jornadas más escandalosas en la historia política del país, generando escándalos y debates.

El debate parlamentario se llevó a cabo entre gritos, denuncias de supuestas presiones del Gobierno, la sospechosa ausencia de un senador, traiciones partidarias, una insólita invasión de manifestantes, un cambio urgente de sede, protestas y choques en las calles.

Los opositores denunciaron las presuntas presiones que enfrentaron para que cambiaran el sentido de su voto y aprobaran la reforma. De hecho, senadores del Movimiento Ciudadano exigieron a los gritos que la sesión se suspendiera porque su compañero de bancada, Daniel Barrera, y su padre, supuestamente habían sido detenidos ilegalmente por órdenes de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores (Morena).

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El debate por la reforma judicial también se llevó a cabo afuera del recinto. Las protestas a favor y en contra del proyecto, que recrudecieron la semana pasada, se replicaron el miércoles en los alrededores del Senado. La tensión aumentó, cuando un grupo de manifestantes logró dar un portazo e invadió el salón en el que sesionaban los senadores, lo que alimentó los temores de que la violencia escalara. El presidente de la mesa directiva decidió suspender la discusión, pero advirtió que continuaría más tarde en la sede antigua del Senado, ubicada en el centro histórico de la Ciudad de México. Sin embargo, hasta allá se fueron los manifestantes.

En los medios y en las redes sociales, el oficialismo denunciaba un intento de «golpe de Estado». La oposición, por su parte, aseguraba que el plan del Gobierno de aprobar la reforma judicial a toda costa era para instalar «una dictadura». Mientras que en las calles, las marchas en contra del proyecto derivaron en choques con las fuerzas de Seguridad, que usaron extintores de incendios para tratar de dispersar a la multitud. Hubo corridas, empujones, golpes y gritos. «¡No tenemos miedo!» y «¡represión, represión!», clamaban los manifestantes.