El primer ministro haitiano, Alex Didier Fils-Aimé, concluyó su gira por Estados Unidos con una rueda de prensa que dejó más dudas que certezas. Pese a reuniones con autoridades de la OEA y funcionarios estadounidenses, no se logró ningún compromiso concreto.
Las conversaciones giraron en torno a la crisis de seguridad, la reactivación económica y la situación migratoria, pero el balance refuerza la imagen de un país que sigue dependiendo de decisiones externas para resolver sus problemas estructurales.
En el plano de seguridad, Fils-Aimé pidió reforzar la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MMAS) y equipamiento adicional para la Policía Nacional de Haití, que enfrenta a bandas armadas que dominan más de la mitad del territorio. Sin avances, reiteró que “las elecciones eran un paso obligatorio, pero para que ese paso fuera posible, necesitábamos seguridad”, reconociendo que sin estabilidad no es viable un proceso democrático.

Tampoco hubo respuesta clara sobre la renovación de los programas HELP/HOPE, vitales para el empleo en el sector textil. Suspendidos desde diciembre, la indefinición sobre estos acuerdos pone en riesgo el sustento de miles de trabajadores haitianos. Esta situación revela la fragilidad de una economía que depende de beneficios externos y carece de políticas sostenibles a largo plazo.
En el tema migratorio, Fils-Aimé solicitó la extensión del TPS y otros programas que protegen a haitianos en EE.UU., argumentando que el país no puede garantizar un regreso seguro. Esta declaración refleja la gravedad del colapso estatal. Sin acuerdos firmes, el regreso del primer ministro marca el inicio de otra etapa de incertidumbre, en un país atrapado en un ciclo de crisis sin salidas inmediatas.