Antes, un tatuaje se consideraba una marca para toda la vida, pero ahora cada vez más las personas optan por quitárselos. Gracias al avance de la tecnología, hoy puede borrarse con láser, en un proceso algo doloroso y con gran carga simbólica.
Y es que la llegada de los láseres de picosegundos, que emiten pulsos de energía ultrarrápidos capaces de fragmentar los pigmentos en partículas microscópicas, ha revolucionado el procedimiento. Pero esta ‘limpieza’ va más allá de lo físico.

Algunas personas se borran el tatuaje, porque hubo un error en la frase, o porque lo trabajaron mal, o el diseño con el tiempo se puso feo. Otros, por ejemplo, lo hacen por el miedo a la reciente política de EE.UU., que aplica un sistema de puntuación arbitrario para justificar estas detenciones, basado en la presencia de tatuajes, ropa urbana o gestos en fotografías.
Pero ¡ojo!, no es algo fácil, mucho menos barato, el proceso para borrar un diseño tampoco es inmediato.
Se requieren entre ocho y doce sesiones espaciadas a lo largo de uno o dos años. “La gente se asusta del olor porque creen que les estás quemando la piel, pero no es así”, comentó Jeff Garnett cofundador de Inkless, una empresa que se dedica a borrar tatuajes. “Es algo muy psicológico. Llevo muchos años oyendo a la gente decir que huele a carne achicharrada”, agregó.
Los precios varían: borrar un tatuaje pequeño puede costar unos 600 dólares, mientras que uno grande y a color puede superar los 4 mil dólares. La demanda es tan alta que muchos estudios de tatuaje han incorporado el servicio completo: tatuar, borrar y volver a tatuarse.