Filipinas se ha convertido, desde la pandemia de covid-19, en el principal foco de explotación sexual e infantil por Internet.
Los delincuentes, en su mayoría occidentales, pagan por ver violaciones transmitidas en directo, muchas veces cometidas por familiares de los niños.
La pobreza extrema y el fácil acceso a Internet intensifican el problema, mientras el anonimato digital y la falta de cooperación internacional complican las investigaciones.

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El corresponsal de RT, desde el terreno, menciona que las nuevas tecnologías han puesto en una situación aún más vulnerable a estos pequeños, muchos de los cuales permanecen en refugios después de vivir en contextos violentos.
En la nación asiática, la explotación sexual infantil a través de Internet es un problema que va en aumento, ya que entre 2019 y 2023 la incidencia se multiplicó por seis, pasando de 426.000 a 2,7 millones de casos.
Este crimen afecta principalmente a las niñas. Los perpetradores cuentan con los suficientes recursos para pagar a los denominados facilitadores, ya sea de manera directa o a través de un intermediario.
“Fui abusada, ellos tomaban fotos y vídeos de mí y los enviaban a través de Internet”, relata una niña de apenas 13 años que fue expuesta sexualmente y abusada por sus cuidadores adoptivos.