El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia denunció como un “ataque malicioso” la decisión de las autoridades moldavas de impedir que el arzobispo Markel, de la Iglesia ortodoxa moldava, viajara a Israel para recoger el Fuego Santo, una tradición clave para la celebración de la Pascua ortodoxa.

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Moscú considera esta acción como un intento deliberado de debilitar la unidad del mundo ortodoxo en Moldavia, donde el 70 % de los creyentes pertenecen a esta iglesia.
Según Guennadi Askaldóvich, representante de la Cancillería rusa, el bloqueo fue una medida “premeditada” que refleja el rumbo antipopular del gobierno moldavo y su desprecio hacia la fe de sus ciudadanos. Señaló que el caso ha generado una fuerte respuesta negativa dentro y fuera del país, y pidió a organizaciones internacionales que evalúen con objetividad lo sucedido.

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El arzobispo Markel fue impedido de abordar su vuelo en dos ocasiones consecutivas, siendo retenido en el aeropuerto de Chisinau sin explicación clara, lo que impidió su participación en una de las ceremonias más importantes del calendario ortodoxo. La Iglesia ortodoxa rusa calificó lo ocurrido como un acto de “acoso intencionado” y una muestra de “absoluta descaro” por parte del Gobierno moldavo.
Por su parte, la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos informó que está recabando información sobre el incidente. Mientras tanto, líderes religiosos ortodoxos han advertido que estas acciones no solo hieren la libertad religiosa, sino que profundizan la división entre las autoridades moldavas y su propio pueblo creyente.