Tras evaluar a 232 estadounidenses de entre 21 y 35 años, se llegó a la conclusión de que consumir alcohol disminuye la depresión.
Un análisis de un equipo de científicos explica que los participantes usaron sus teléfonos inteligentes para responder a preguntas tanto en una sesión donde se ingirió alcohol como en otra sin bebida. Y se descubrió que el consumo de alcohol reducía ligeramente los sentimientos negativos, independientemente de la depresión o el estado del TCA.

No obstante, los efectos positivos del alcohol fueron considerablemente mayores en individuos que padecen TCA.
Los resultados del estudio, contradicen el concepto de que la adicción al alcohol se debe a un intento del cerebro por mantener la estabilidad.

La hipótesis, conocida como el ‘lado oscuro de la adicción’, sugiere que las grandes cantidades de alcohol pueden alterar los sistemas de estrés y recompensa del cerebro. Esto llevaría a las personas a beber para evitar la abstinencia y el estrés en lugar de hacerlo por placer.
Sin embargo, la investigadora Andrea King sostuvo que esta hipótesis no justifica los altos niveles de estimulación y placer observados en los participantes con TCA y depresión, comparando estos efectos como un pedal acelerador que impulsa la dependencia.